Desde la ventana de mi viaje
La batalla
perpetua en los cielos diurnos comienza, el sol lucha por vencer a las nubes
espesas que lo agobian, a si los rayos de luz se abren paso entre ellas,
derramando un verde claro en los pastizales.
Las gotas de lluvia van hacia el suelo, nadan y
alimentan el río. Entonces ¿es igual que la guerra de los hombres, que pasa
destrozándolo todo o solo es el equilibrio de la naturaleza actuando?
El sol está presente, aunque los ojos humanos no
lleguen a apreciarlo, está esperando su momento para renacer.
Más allá de la fuerza con la cual golpee la tormenta
su furia no es más que apariencia. La naturaleza no enfurece, solo busca
recuperar el balance perdido.
La ira es un sentimiento que yace en el instinto
animal de la raza humana.
Es la humanidad quien ha perdido el camino de la paz
siguiendo los pasos de una razón errada, con la aspiración de dominar y doblegar
a la naturaleza, ha olvidado que el hombre solo es parte de ella, no es su
dueño.
Por eso no debemos temer a la tempestad, las nubes que
trae el viento no siempre son signos de tristeza en la bella prosa.
La lluvia cae, para dar sosiego a la tierra sedienta,
cada gota que aparece, nos trae el secreto de la vida, nos recuerda que no
importa cuán afligidos nos sintamos, el alivio siempre llegara en tanto exista
un nuevo día. La oportunidad para hacer que todo cambie y florezca una
esperanza.
Así contemplo desde la ventana de mi viaje, como los
arboles pintan sombras en el horizonte ardiente mientras el profundo azul con
sus diamantes de brillo tan intenso como lejano, despliegan todo su esplendor.
¡Que inmensa y discreta es la belleza ante nuestros
ojos, estamos vivos para verlo, vivos para sentirlo intensamente, porque cada
día es extraordinario!
Todos los derechos reservados © Patricia TORRES
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